Antonio Pampliega lleva 5 años recorriendo las zonas más
peligrosas del mundo. Haití, Cuba, Iraq, Irán o Afganistán y ahora, una de las
pocas voces que nos cuentan los que ocurre en Siria. Pero siempre poniendo
historia a esas miles de cifras, siempre humanizando. Crítico con los medios de
su país por el trato recibido, piensa y así manifiesta que para triunfar en
esta profesión hay que cruzar nuestras fronteras.
Madrid amanece nublado. En las cercanías del Manzanares nos
recibe un cercano y parlanchín Antonio Pampliega. Tras una interesante
conversación por las orillas del río y con el intento frustrado de hacer la
entrevista frente a esas magníficas vistas, Antonio nos abre las puertas de su
casa. Decorada con gusto –reconoce que no ha sido él- , repleta de libros y con
un gran ventanal de fondo. Transcurrido
tan solo un minuto de la entrevista tocan
el timbre. Es una sorpresa para su chica. Entre risas volvemos a
comenzar. Es la entrevista de las anécdotas.
Comienza su andadura en el mundo del periodismo porque su
sueño era trabajar en el diario As. Sin embargo, no tarda mucho en darse cuenta
que lo suyo no es estar sentado delante de un ordenador en una redacción. Para
Antonio el periodismo es ante todo honestidad y el periodista es el ojo de los
que no pueden ver y la voz de los que no pueden hablar. Así que con pocos más
recursos que sus ganas y entusiasmo comienza a recorrer los lugares más
peligrosos del planeta. Por sus botas han pasado Afganistán, Iraq, Haití,
Pakistán, Líbano, Cuba y ahora Siria, de la que, con la mirada un tanto perdida
reconoce que es lo más parecido al infierno.
Con una mezcla de dolor, rabia y nostalgia recuerda a su
amigo Jim, secuestrado hace más de cien días en los alrededores de la frontera
siria. Y es que los periodistas no son ni mucho menos inmunes ni en ésta ni
otras guerras. Para enfrentar este miedo, junto a su cámara y libreta le acompaña
siempre la idea de que ese es el día en el que puede morir. El miedo es bueno,
necesario. Y el miedo en una guerra no es de cobardes.
Humanizar las cifras es su máxima. No son miles de afganos
ni son setenta mil muertos en la guerra de Siria. Son personas con una vida y
un hombre. Enseñarnos sus historias ha sido su único cometido durante estos 5
años como freelance. Pero el camino ha sido muy escabroso. Jugarte la vida casi
a diario y cargar con un préstamo de 10.000 euros para hacer tu trabajo comienza
a hacerte replantear si realmente merece la pena lo que estás haciendo. Sobre
todo cuando ese esfuerzo, valor y trabajo no se ve reconocido en los medios de
tu país. Aunque ha colaborado con laSexta, Público o Telemadrid, su éxito ha
venido de la mano de medios internacionales.
Muchos lo conocen, precisamente, por su crítica alta y clara
a los medios nacionales. Sin embargo es algo que no debe nublar su gran
trabajo. La frustración que antes le provocaban respuestas como “no da
audiencia” o “te lo publicamos gratis para que obtengas reconocimiento”, es
ahora indiferencia. Si algo tiene claro es que si quieres triunfar como
periodista debes atravesar nuestras fronteras. Y así se lo transmite a todos
los alumnos.
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